Niños sin dedos
Me decían que los cuétes dejan a los niños mancos. ¿Cuántos niños han conocido sin dedos? Un día compré una paloma. “Te vas a divertir, ten cuidado.” ¿Cuál era la mejor flama?, ¿Cuál era el mejor lugar? En la escuela lo planeaba y en la tarde me acababa cajas y cajas de cerillos. Un día robé el encendedor de mi papá. ¡Prendió!
El fuego siguió el blanco camino de la mecha hasta desaparecer en su piel de periódico. No podía quitar mis manos, un miedo ancestral y una fascinación nueva inundó mis entrañas. En el último segundo aventé la paloma. Explotó y me bañó de pólvora.