Poción para escribir cuentos

Valmori Tinieblas
5 min readMay 2, 2021

Estoy en la Prepa, soy un ñoñazo y me encanta leer. Mi hermano está en esa época extraña al final de la secundaria en la que prueba muchas cosas y por desidia, por mujeres o por olvido deja de lado los dibujos. El cumpleaños de mi papá está a la vuelta de la esquina y eso nos pone en una situación muy complicada. Mi padre es un hombre difícil de complacer y no tenemos idea de que podemos regalarle.

Seguro que pactamos una tregua, por aquellos entonces parecía que hablábamos idiomas distintos y que nuestras ideas eran tan opuestas que estábamos a cada instante al borde de un gran conflicto. Una tensión parecida a la de USA vs URSS con aquello de la guerra fría pero nivel hielitos con forma de estrellitas. El mundo de mi papá también siempre nos pareció tan ajeno que pensar comprarle lo que fuera y sus ademanes de insatisfacción tal vez fueron suficiente para unir fuerzas y resolver el acertijo.

Libros, esa fue la respuesta. Desde pequeños los libros eran venerados (aunque no siempre leídos) en nuestro hogar. Ahora que recuerdo siempre fue y sigue siendo un asiduo lector pero del periódico no de libros. Tal vez en su lejana juventud había leído libros y libros pero ya siendo nuestro padre no recuerdo que haya terminado un libro entero. De todas maneras convenimos que lo mejor sería ir a la librería y ahí conseguir su regalo. Era la época en la que no teníamos celulares con todas las respuestas y reseñas a la mano y la compra por impulso de los diferentes títulos tenía una alta correlación con la portada y ubicación de los ejemplares en la tienda. En nuestro caso tuvimos que añadir la variable del precio porque estudia-hambre como éramos máximo habremos tenido un presupuesto en conjunto de $300 pesotes equivalentes a un mes de domingos bien administrados.

La tregua iba bien, hasta que llegamos a la librería “¿Qué piensas comprarle?” pregunté a mi hermano, algo en su actitud detonó mi enojo y terminamos rompiendo la tregua y dividiendo esfuerzos. Hasta entonces recuerdo que no confiaba mucho en el juicio de mi hermanito. Alguna vez regreso muy contento de la feria del libro con ejemplares chafísimas de la editorial Selector que jamás en mi vida habría comprado. Así que yo opté por comprar un libro de Ikram Antaki, mientras mi hermano seleccionó un libro que en su reseña y título hacía alusión a los Rolling Stones y al nombre de mi padre y de paso también al de mi hermano. “Ruby Tuesday no ha muerto” un librito con una portada muy equis de la editorial Punto de Lectura, que se acomodaba perfectamente al presupuesto de mi hermano que yo no sabía que cambiaría mi vida.

Long story short, mi papá recibió contento sus regalos que nunca leyó completos. Eventualmente yo traté de leer el libro de Ikram Antaki que me pareció intelectual e insufrible y hoy me queda el recuerdo de ser uno de los primeros libros que nunca terminé de leer. Pero Ruby Tuesday, ooooo “Ruby Tuesday no ha muerto” se convirtió en mi libro de cuentos favorito. Cada cuentito, tenía el nombre de una canción de los Rolling Stones y era una gozada. Situaciones distantes y finales contundentes. El lenguaje era sencillo pero la propuesta de las historias resonaba dentro de mí, me llenó de asombro y siempre que pude recomendé ese libro.

Hoy me topé por primera vez después de quizás 20 años con la voz de la autora, Mónica Lavin, en un podcast y compartió con el mundo su fórmula secreta para escribir cuentos. Misma que en este mismo momento les compartiré:

1- ¿De qué va a ser la historia? ¿Qué quieres contar? Resúmelo en una oración que tenga sujeto, verbo y complemento. Ejemplo “Fulana entra a su casa, encuentra qué no hay muebles, está vacía y entonces…” Esta es la semilla narrativa que por algo a ti se te hace interesante y te hace querer contar lo que hay detrás de eso.

2- Toma esa semilla y plántala. Imagina que tu cabeza es una olla de presión y dentro vamos a poner el germen de la historia. Y luego no hagas nada. Tírate al ocio. No trabajes el cuento, aprovecha las oportunidades que la vida te regala para no pensar en esa semilla que plantaste. Cualquier pretexto es bueno: el tráfico, las largas filas en el súper o en el banco, las esperas interminables para realizar un trámite o ser atendido por un doctor. Comer y en los instantes largos en los que masticas, olvidas el sabor y miras el horizonte. Es ahí cuando la historia empieza a bullir. Sin darte cuenta los personajes, la escenografía y el trama empiezan a cocinarse.

3- Con el tiempo, el recuerdo de esa semilla parecerá un pequeño árbol que ha nacido. Poco a poco sabrás que hacer, cuál es la dirección narrativa. Puede ser que no sepas bien cómo acaba y en este momento no es importante. Pero ya en tu cabeza está: quién cuenta, el tono, desde dónde se cuenta y si se te ocurre la primera línea del cuento, es momento de sentarte, comprometerte y empezar. Una vez en-carrerado con ese mundo que estás construyendo ponte al servicio de la historia, entrégate y no pares hasta que llegues al punto final. No importan los errores pero es fundamental que termines esta primera versión.

4- Seguro que tendrás la tentación de releerlo o tal vez estés tan cansado que simplemente quieras salir corriendo. Pero lo que recomienda Moni es dejarlo. Acabaste y es momento de comer, bañarte, descansar los ojos o simplemente seguir con tu vida. Hazlo.

5- Un mes después vuelve al cuento y revísalo. Si es necesario, hazle cambios y de nuevo termínalo. Sigue con tu vida. Un año después revísalo de nuevo y revísalo puede que ya esté listo =).

Espero que los ayude y que desde ya empiecen a escribir y no paren hasta haber terminado.

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Valmori Tinieblas

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